REFLEXIONES
DEL POSEEDOR DE UN VOTO EN GRADO DE TENTATIVA
Permitidme comenzar con un voto
particular, como el del magistrado que quiere dejar constancia de su desacuerdo
por una sentencia alcanzada, por mayoría, en su tribunal.
Me apetece curiosear sobre la
utilidad del voto inútil, que el voto útil ya ha demostrado su discutible
utilidad.
También quiero haceros partícipes
de mis reservas por la despersonalización y el servilismo de la denominada
disciplina de voto y mis dudas acerca de la calidad del voto de calidad,
investido – demasiadas veces- de una dudosa autoridad consecuencia –en muchos
casos- de una carga ideológica demasiado
previsible políticamente.
Es verdad que estoy resentido
porque mi voto sufre demasiadas andanadas de fuego amigo e inexplicables
órdenes de alejamiento; que estoy cansado de legitimar, con mi voto, mentiras,
incumplimientos de programas, despropósitos más o menos sangrantes y diferidos,
y que –a estas alturas- me apetece, únicamente, hacer votos por el pronto
restablecimiento de la honestidad y la dignidad y que casi preferiría tener voz en vez de voto.
Confieso que me inquieta el voto
de castidad, tan asociado a pestilentes aromas de pederastia y a sus miserables
intentos de justificación; me inquieta el voto de obediencia, versión
eclesiástica del adocenamiento político derivado de la disciplina de voto; me
inquieta el voto de pobreza, que supura indecente hipocresía descolgada
–últimamente- por los áticos purpurados y tantas conductas de financiación inmorales…
Reflexionando acerca de la
debilidad enfermiza por los áticos, que demuestran los políticos y los
eclesiásticos, en casos de despilfarros y corruptelas, he encontrado como única
explicación, ante semejante inclinación obsesiva, que los políticos quieren
estar lejos de la tierra y los
eclesiásticos, cerca del cielo... lo cual… tampoco debería extrañar demasiado.
Entre la corrupción, disculpada
rayando el cinismo, y los recortes sociales, miserablemente justificados (en este punto no me extenderé en
explicaciones por no ofender vuestra inteligencia) me siento a esperar la
próxima traición.
Han sido tantas las desilusiones que mi voto ondea a media
asta, en señal de duelo.
Pero, será que el escaso respeto
y hasta el desprecio que me merecen quienes criminalizan, imputan y ridiculizan
mi voto, pesa más que la tristeza, la rabia y la desconfianza que me producen
aquellos a quienes se les escurre mi voto entre las manos, y… y eso me impulsa
a “intentarlo otra vez”.
Así que haciendo acopio de la
poca confianza que me queda, construiré
un voto de confianza y daré curso a mi voto en grado de tentativa… y si mis
dedos pulgar e índice respetan las órdenes de mi cerebro dejarán caer, por la
rendija de la madre urna, mi duda racional disfrazada de papeleta.
Espero contribuir a una respuesta
motivada, seguida de una rectificación a esta frase:
SI
ES CIERTO QUE TODOS SOMOS IGUALES ANTE LA LEY ¿POR QUÉ LA LEY SE EMPEÑA EN NO
SER IGUAL ANTE TODOS NOSOTROS?
Alguien que confía en que su voto en grado de tentativa,
se convierta en un voto “testigo protegido”
Carlos Sarasa
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